Hace exactamente dos décadas se asistió al derrumbe estrepitoso de los proyectos del socialismo realmente existente de la Unión Soviética y de Europa oriental. Independientemente del significado y, sobre todo, de la valoración histórica de esos proyectos, que por cierto han merecido un intenso debate teórico y político, lo cierto es que ese suceso se inscribió dentro de lo que podría ser considerado como el cierre de un ciclo que representó la derrota de los proyectos políticos de los trabajadores conocidos hasta entonces.
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