Durante las últimas tres décadas el país ha vivido un incesante proceso de cambio y reconfiguración de su formación socioeconómica, en el que se ha interrelacionado la intensificación con la expansión geográfica de la relación social capitalista 2. Tal proceso se encuentra inmerso y es parte a la vez de nuevas dinámicas de la acumulación que trascienden (y hacen estallar) la frontera nacional para adquirir dimensiones regionales y transnacionales.
La conjunción entre la lógica capitalista y la lógica territorial transcurre a través de una doble vía, interrelacionada, y en diferente escala, en la que se encuentran las dinámicas externas con las dinámicas internas de la acumulación. No se trata simplemente de la imposición de una exterioridad (aunque también lo es). En sentido estricto, es un mismo proceso –complejo, contradictorio, conflictivo, desigual y diferenciado– que da cuenta, por una parte, de nuevas formas de constitución y de reproducción de la relación social capitalista, de una especie de racionalización forzada, arbitraria, del modo de producción. Por la otra, de la renovada estructuración del proyecto hegemónico, de la (re)conformación específica del poder clase.