Desde finales de la década del noventa –con la llegada de Hugo Chávez a la presidencia de Venezuela– se inició un ciclo de cambios en América Latina que habría de modificar de manera significativa el mapa político de la región. Independientemente de la trayectoria específica de las diferentes experiencias, se trató de variadas respuestas al proceso de neoliberalización y sus impactos sobre las condiciones de vida y de trabajo de la población latinoamericana, basadas en acumulados de resistencias y luchas del movimiento social y popular. Las valoraciones iniciales de las diferentes experiencias indicaban que se estaba en presencia de un giro político en la región, que cubría el amplio espectro que abarca desde la izquierda hasta la centroizquierda. Tal caracterización resultó –en buena medida– tanto del análisis del discurso y la retórica de los diferentes gobiernos, como de las definiciones y ejecutorias políticas de cada uno de ellos. Asimismo, de las consideraciones acerca de los efectos geopolíticos del ciclo de cambios sobre el poder imperialista estadounidense en la región, de la consecuente reivindicación de la soberanía nacional, y de la adscripción de algunos de ellos a políticas de integración alternativa (Stolowicz, 2008; Rodas, 2009; Rodríguez et. al., 2005).