Desde finales de la década de 1990 se inició un ciclo de cambios en América Latina que habría de modificar de manera significativa el mapa político de la región. A la trayectoria histórica de la Revolución cubana, ejemplo de resistencia y dignidad, con todas sus vicisitudes, aciertos y desaciertos en el proceso de construcción de alternativas al capitalismo, se le agregaba la posibilidad de exploración de nuevos caminos que ampliaban el campo emancipacitorio de la región.
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