Si la firma del texto definitivo del "Acuerdo para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera", realizada el pasado jueves 24 de noviembre, fue la culminación de un difícil camino luego de los resultados adversos del pasado 2 de octubre, más complejos aún se perfilan los procesos de nueva refrendación y sobre todo de implementación de lo convenido en La Habana. El hecho de que un acuerdo de paz, cuya naturaleza es esencialmente política, se vea sometido en forma recurrente a la búsqueda de soluciones jurídicas, produce desgastes innecesarios y sitúa lo acordado en terrenos fangosos y peligrosos no siempre controlados por las partes que han suscrito el acuerdo.
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