Hace exactamente dos décadas se asistió al derrumbe estrepitoso de los proyectos del socialismo realmente existente de la Unión Soviética y de Europa oriental. Independientemente del significado y, sobre todo, de la valoración histórica de esos proyectos, que por cierto han merecido un intenso debate teórico y político, lo cierto es que ese suceso se inscribió dentro de lo que podría ser considerado como el cierre de un ciclo que representó la derrota de los proyectos políticos de los trabajadores conocidos hasta entonces.
Hacia principios de la década de 1970 se había iniciado el proceso de restauración del poder de clase (dominante) a escala planetaria, quebrantado en su momento por el triunfo de la revolución bolchevique, la revolución china y los procesos de liberación nacional, así como por la implantación del consenso keynesiano de acumulación. En su Breve historia del neoliberalismo, David Harvey definió magistralmente dicho proceso como un proceso de neoliberalización.