A más de un lustro del inicio de la crisis capitalista mundial, desatada por la crisis hipotecaria en Estados Unidos en 2007, no hay certeza de que ésta se haya superado plenamente y que nos encontremos frente a la perspectiva de una fase de expansión capitalista estable y generalizada. Las tendencias geográficas desiguales han sido uno de los rasgos de la crisis. Si ésta no ha sido más intensa y profunda de lo que se esperaba, ello se explica en buena medida porque el capital encontró desfogues en su propia geografía.
Siendo una crisis mundial, la forma asumida ha sido la de la regionalización. Tras los primeros impactos en la economía de Estados Unidos, la crisis se extendió hacia el espacio europeo, dando lugar a una profunda depresión de la que aún no hay señales de superación. El estancamiento económico y la persistencia de la crisis de la deuda son rasgos que acompañan a la mayoría de los países de Europa. Las operaciones estatales en auxilio del negocio financiero transnacional, si bien han evitado una caída más estrepitosa de la actividad económica, se han hecho a un inmenso costo social.