Durante la primera década del siglo XXI se desplegaron una serie de acontecimientos que pusieron en cuestión la hegemonía imperial alcanzada por los Estados Unidos después de la implosión de la Unión Soviética. En efecto, el ascenso de China, la recuperación rusa, las derrotas militares en Oriente Medio, el importante despliegue de la movilización social y popular, así como victorias electorales de proyectos políticos progresistas y democrático-populares, en algunos casos con contenidos antiimperialistas en Nuestra América, la caída en el crecimiento de la economía mundial y el declive económico interno, entre otros, expresaron los límites del pretendido dominio universal del imperialismo estadounidense; su hegemonía exhibió tendencias al resquebrajamiento.