Hablar de relaciones de poder y de estrategias y mecanismos de dominación en la actualidad latinoamericana obliga a hacer un recorrido en el que la sociedad colombiana aparece a la vez como extremo y punta de lanza. Territorio privilegiado por la geografía y la naturaleza, Colombia constituye una pieza estratégica dentro del nuevo diseño continental de la hegemonía. Condiciones históricas que hicieron difícil su disciplinamiento fueron convirtiendo a Colombia en un experimento social en el que las tensiones han sido llevadas hasta sus últimas fronteras: más de cincuenta años de guerra continua, con un desgarramiento brutal de los tejidos y vínculos sociales, desplazamientos territoriales que producen una situación de desarraigo estructural, desconfianza sembrada en todos los ámbitos y un terror permanente acompañando la cotidianeidad. Sin embargo, no parece ser una sociedad vencida. Es una sociedad que lucha por reencontrar o reinventar sus sentidos, que busca restablecer condiciones de vida en los desiertos que la paramilitarización generalizada ha ido creando y que, acumulando indignación y fuerza moral, logra levantarse desde sus mayores profundidades en una marcha histórica (2004), llamando a una refundación civilizatoria.