Ha transcurrido ya poco más de una década desde la crisis de los proyectos de "socialismo de Estado" de la Unión Soviética y de Europa Oriental. Frente a los vaticinios iniciales sobre el "fin de la historia" y la imposibilidad de proyectos alternativos al capitalismo, se aprecian dos fenómenos, aún en proceso de maduración: Primero, las nuevas configuraciones capitalistas de la actual fase de acumulación muestran que la naturaleza esencialmente contradictoria y conflictiva de la relación social capitalista lejos se encuentra de ser superada. Al contrario, durante la década de los noventa del siglo pasado se ha puesto en evidencia que, pese a la capacidad desplegada por el capital para potenciar nuevas posibilidades de valorización y del ejercicio del poder y la dominación, no ha sido posible superar las tendencias a la crisis. Segundo, las nuevas configuraciones capitalistas revelan la irrupción de movimiento, de nuevas formas del poder constituyente, de la resistencia, por la desestructuración, en la búsqueda de alternativa.